Call of Duty es una de esas series que juego todos los años y a la que le dedico horas seguidas… hasta que eventualmente la dejo en pausa. En los últimos años, la franquicia ha sido un sube y baja constante en expectativas y resultados. Pero después del gran recibimiento de Black Ops 6, ahora regresamos al futuro con Black Ops 7, un juego que muchos ven como el posible cierre de esta subserie.
A diferencia de la entrega anterior, dejamos atrás la nostalgia de los 80 para dar un salto al año 2035. La campaña —que puedes jugar solo o en cooperativo— sigue a un equipo JSOC liderado por David Mason mientras investigan el aparente regreso del terrorista Raúl Menéndez, quien se supone estaba muerto. Este viaje también obligará a los protagonistas a enfrentar demonios del pasado.
Sin embargo, no todos están contentos con lo que se ha visto en redes. Dos puntos han causado mucha conversación: una misión donde luchas contra una versión gigante de Michael Rooker y el hecho de que no puedes pausar la campaña. Esta decisión se debe a que ahora es una experiencia online cooperativa, algo nunca antes visto en la serie. Además, algunas misiones terminan en peleas contra “bosses”, como el propio Rooker gigante.
El problema es que esto no se siente como Call of Duty. Se siente más como Destiny u otro juego del estilo. Aunque hay razones detrás de este cambio —especialmente porque mucha gente ni juega la campaña— la propuesta anterior con zonas de combate abierto ya se había sentido como un experimento más natural. Aquí, incluso cuando juegas solo, te ves forzado a un formato que se percibe como otro modo multijugador disfrazado. ¿Hubiera sido mejor recibido si no llevara el nombre Black Ops? Probablemente.
Fuera del mundo de los videojuegos, el cine nos ha mostrado algo similar: parte de la caída de calidad del MCU vino por lanzar contenido sin descanso. Y aquí estamos, con dos Black Ops consecutivos. Lo mismo pasó con Modern Warfare II y III. Con tanta repetición, los nombres de las sagas pierden impacto para el público general. En un mercado capitalista, las marcas pesan más que el riesgo creativo. La última vez que vimos algo realmente distinto fue Vanguard, y su recibimiento fue mixto. Quizás ya es hora de darle un respiro a los lanzamientos anuales… aunque sabemos que mientras venda, eso es poco probable.
Por otro lado, tenemos el modo Endgame, que aprovecha lo aprendido del modo zombie de Black Ops 6 para entregar una experiencia retante y familiar para quienes quieran dedicarle tiempo. Y hablando de zombies, este sigue siendo uno de los modos más divertidos del juego. Puedes jugar en versión arcade, clásica, o el modo historia explorando el mapa mientras completas retos y sobrevives rondas de enemigos. Cuando funciona, funciona muy bien.
El multijugador también se siente más sólido que en el beta; no me voló la cabeza, pero sí me entretuvo. Y visualmente Black Ops 7 es espectacular. Tanto los mapas de la campaña como los del multijugador están llenos de creatividad y detalle. Por eso resulta decepcionante ver un uso tan cuestionable de la inteligencia artificial dentro del juego, especialmente cuando existen formas más justificables de implementarla.
Al final, esta entrega se siente como una de las más débiles de los últimos años. Mi preocupación principal es que la marca Black Ops termine perdiendo valor, aunque es posible que, al igual que Modern Warfare, reciba un merecido descanso. Con tanta competencia fuerte en el mercado, Call of Duty tiene la difícil tarea de definir su futuro, porque no todos los fans quieren lo mismo. Pero si hay algo que no cambia es esto: mientras el juego sea entretenido, siempre encontrará su público.

