Las personas están estirando la vida de sus teléfonos y gadgets más que nunca

Cada vez más estadounidenses están retrasando la compra de nuevos teléfonos, laptops y otros dispositivos, lo que alarga drásticamente los ciclos de actualización y está impactando silenciosamente la productividad del país. Personas como Heather Mitchell, que aún utiliza un Samsung de seis años, son el reflejo de una tendencia creciente: mantener los dispositivos viejos por una sola razón—el costo. Hoy, la vida útil promedio de un smartphone en Estados Unidos es de casi 29 meses, comparado con 22 meses en 2016.

Economistas advierten que este “acaparamiento de dispositivos” tiene consecuencias más profundas de lo que parece. Según un estudio de la Reserva Federal, por cada año que las empresas retrasan la actualización de su equipo, la productividad cae 0.3%. Además, el hardware desactualizado explica más de la mitad de la brecha de productividad entre las principales economías.

Los expertos coinciden: los dispositivos antiguos no solo se ralentizan, sino que también saturan las redes, no soportan velocidades modernas, complican los flujos de trabajo y generan pérdidas de tiempo en tareas simples. En muchas compañías, el impacto es aún mayor, ya que el hardware corporativo se acumula sin mantenimiento ni renovación. Esto obliga a los empleados a trabajar más horas, reduce la eficiencia y limita la innovación.

Defensores del derecho a reparar señalan que programas de reacondicionamiento más sólidos, mayor soporte de software y dispositivos con piezas modulares podrían impulsar una economía circular más eficiente y reducir los desechos electrónicos. Sin embargo, mientras la tecnología siga siendo costosa y difícil de actualizar, tanto usuarios como empresas seguirán aferrándose a sus equipos envejecidos… pagando el precio en forma de tiempo perdido, menor rendimiento y una productividad cada vez más estancada.

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